TIERRA DE RÍOS - PODCAST

 


 La problemática del río Atuel llegó al formato de podcast a través del trabajo realizado por Pedro Patzer y su equipo. En “Tierra de Ríos”, que se publica en Nacional Doc, de Radio Nacional, se recorre los cursos e historias de ríos de todo el país con el fin de darlos a conocer.

 

 

Gisela Colombo *

 

 

Pedro Patzer se define como autor. Pero es mucho más que eso en el mundo de la Música, la Radiofonía y la Literatura. Presidente del Consejo de Radio de Argentores y guionista de Radio Nacional Argentina, ha escrito varios libros también: Aguafuertes provincias; El Tahiel, el canto interior de la Argentina; El lugar en el que nacen los ríos.

 

Pero hoy su labor se orienta a una tarea que, como pampeanos, nos concierne especialmente.

 

 

- Supimos en los últimos días que Radio Nacional lanza “Tierra de Ríos” que es una especie de “Aguafuertes sonoras” que recorren los ríos argentinos. ¿En qué consiste y cuál es tu papel en esta travesía artística y hasta “historiográfica”?

 

 

Creo que nadie puede despertar si no se conoce. Creo que el que no sabe quién es vive dirigido por sueños ajenos. Nuestro país está culturalmente dormido. Antes eran los tilingos afrancesados los que marcaban agendas culturales oficiales que por supuesto despreciaban cualquier manifestación popular. De hecho en las tertulias de Victoria Ocampo solían hablar en francés, se sentían más en casa. Hoy son los algoritmos culturales impuestos por las plataformas internacionales. Crecimos escuchando más de los vaqueros persiguiendo a los pieles rojas, que de nuestros pueblos originarios diezmados por la Campaña del Desierto. Es decir, una cultura oficial que hizo todo para hacernos creer que la cigüeña nos trajo de París, o el Aguila de Estados Unidos. Curiosamente las y los argentinos somos forasteros culturales en nuestra tierra. Sabemos más de Mick Jagger que de Yupanqui, nos encantan las historias de borracheras de Bukowski, pero ignoramos el vaso mágico con el que Bustriazo Ortiz tomaba su vino en Santa Rosa. Somos una semicolonia cultural. Por eso para romper ese desierto había que hablar de los ríos. Las oenegés internacionales vienen aquí a instruirnos en cómo cuidar el ambiente, cuando nuestras culturas originarias tenían dioses y divinidades ecológicas. Seres mitológicos de las montañas, del río, del bosque, de la lluvia, del viento. Y los países originarios de esas ‘oenegés’ son las que arrasaron con esos dioses. Tan sabia la cultura de los pueblos originarios que nos enseñaba que derribar a un árbol era matar a un dios.

 

En “Tierra de Ríos” queremos contar y cantar los ríos. Es un proyecto “contrawikipedia”, es decir, no es literal, las lápidas son literales, aquí no importan demasiado los datos lineales, aquí es fundamental el cuento de cada río, las lenguas en que fueron nombrados, las culturas de sus orillas, las batallas que en ellos se libraron, sus poetas, sus pintores, sus dolores y sus fiestas.

 

No se puede cuidar lo que no se ama. No se puede amar lo que se desconoce. Para cuidar los ríos debemos amarlos por lo que son, por su identidad, por su historia.

 

Yo soy el guionista, el que escribe estas aguafuertes a mano alzada, y es Christian Brennan el artista que hace una puesta en escena sonora, un viaje de la edición, un rompecabezas auditivo. Luego Marisa Ruival, que se encarga de diseñar todo el universo de la página de Nacional Doc y las redes sociales. También nos acompañan en esta travesía de Nacional Doc, Fernando Piana y Fernando Clavero, ellos hacen investigaciones periodísticas.

 

 

- ¿Podríamos considerarlo un recorrido por nuestra tierra simbólica a través de las aguas de los ríos? ¿Qué dirías que llevan descubierto del sentir de las mujeres y hombres de estas latitudes por medio de “Tierra de ríos”?

 

 

Es muy fuerte todo lo que vamos encontrando en cada río. La Argentina o las argentinas se desnudan en cada río. Aquí todos los idiomas de los pueblos originarios aparecen, hasta aquellas lenguas que desaparecieron. Por ejemplo, en el Río Grande de Tierra del Fuego hallamos el idioma de los Onas o Selknam, o en el Río Nuevo de San Luis, un río que surgió de la nada en 1985 en esa provincia puntana, encontramos la huella del “el allentiac” la lengua desaparecida de los Huarpes y sostenemos que después de tantos siglos de silencio, esa lengua decidió regresar en forma de río. Sabemos bien que lo que está escondido siempre busca la superficie, vive en lo profundo pero irremediablemente se manifiesta.

 

Por supuesto que también aparecen los dioses indios, y el camino evangelizador de jesuitas, franciscanos y españoles. Los ríos también fueron escenario de una contienda de dioses.

 

Las batallas y los combates también están presentes en las memorias de los ríos. El Río Grande de Jujuy fue testigo del éxodo jujeño, de hecho quedó a solas con las llamas que devoraban esa aldea, fue el que vio partir a Belgrano aquella medianoche iluminada por el fuego.

 

También los ríos funcionan como fronteras, por mucho tiempo el Salado del Sur fue la frontera entre la civilización y la barbarie. Río que curiosamente unía en el sentimiento a Rosas y Sarmiento que lo adoraban.

 

También el realismo mágico, en el medio de la selva chaqueña se hallan varados viejos vapores. Sucede que el Bermejo se corrió y los barquitos se quedaron en medio de la jungla.

 

Del mismo modo ciudades con puertos pero sin ríos, sólo selva. Hay muchas leyendas de tesoros escondidos en los ríos, de hecho se dice que el cobarde de Sobremonte cuando huyó de Buenos Aires a Córdoba en medio de las invasiones inglesas, escondió el tesoro porteño en el río Ctalamochita, o río Tercero.

 

 

- Tópicos como “Vita Flumen”, recreado desde hace milenios en la tradición literaria parecen expresarse mejor en las coplas de Jorge Manrique, poeta del Siglo de Oro español: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, que es el morir”. ¿Qué hay de esto en el tratamiento que hacen ustedes de la imagen del Río?

 

 

A Borges le encantaba aquella imagen de Heráclito de que nadie se puede bañar dos veces en un mismo río. Bueno, esa es la naturaleza de la vida. El río ha sido la gran metáfora de ella y el mar el destino final de cada humano. En Tierra de Ríos cada río nos empuja al mar de nuestra identidad. Somos muy ignorantes de nosotros mismos, nos pasa a nosotros que descubrimos ríos y sus historias que nunca hubiéramos imaginado. Por eso creo que el destino de estos ríos es el mar de nuestra identidad, hecho de muchas identidades, es decir, de muchos ríos.

 

 

- Por momentos, tu podcast parece resaltar lo contrario. La supervivencia espiritual y simbólica a través de la poesía y la música. ¿El río de la musicalidad revive los cantos del agua que acallaron los hombres con el robo del río?

 

 

Nuestro país tiene en su alma el canto. Se llama Argentina por un poema, que sabemos que es una manera de cantar. Su poema nacional tiene como protagonista a un payador, Martín Fierro, que cantaba la pena extraordinaria. Yupanqui decía: “-¿Sabes qué está haciendo el Luis Vilte? -Está durmiendo junto al río… -No. Está aprendiendo música”.

 

Cuando a La Pampa le robaron el Atuel, su glorioso pueblo hizo una alquimia extraordinaria. No permitió que ese silencio lo condenara y se inventaron otro río, un río político, cultural, musical: El Cancionero de los Ríos. Y curiosamente, ese río que creyeron perdido se transformó en un lugar de encuentro de la identidad pampeana. Hay pocos ejemplos tan gloriosos, dignos y emancipadores como éste.

 

 

- ¿Qué autores y músicos pampeanos animaron el trabajo de “Tierra de ríos” en el caso del

 

Río Atuel? ¿Qué encontraron en ellos?

 

 

Hay un embajador cultural de La Pampa en Buenos Aires, Carlos Loza, trovador de La Maruja que hace décadas vive en Valentín Alsina. Él me hizo pampeano, culturalmente pampeano.

 

Todo lo que aprendí de La Pampa, llegar a Morisoli y hablar con él se lo debo a Lozita, también al gallego Oscar García y el querido Nelson Nicoletti, que siendo en su momento el presidente del AFSCA de La Pampa hizo mucho para pampeanizar a los pampeanos.

 

En este trabajo leen: Javier Villalba, Matías Bonavitta, Oscar García, Nora Rosa López, Luis Gesualdi, Josefina Bravo y Carlos Loza. Ellos son integrantes del Cancionero de los Ríos y referentes culturales de La Pampa.

 

 

- ¿Qué hallazgos inesperados se presentaron en la labor con otros ríos?

 

 

Desde aprender que el Pilcomayo se burla de los cartógrafos y modifica todo el tiempo su recorrido, que es un río suicida ya que él mismo produce sedimentos que le impiden avanzar.

 

El río Nuevo que irrumpió de la nada en San Luis, o la empresa de barcos de vapor que se creó para ir por el Salado del Sur de Buenos Aires a Chascomús y duró sólo un viaje. El río Santa María Yocavil de Catamarca, Salta y Tucumán me hizo conocer la historia de Pedro Bohórquez, aquel aventurero andaluz que sostenía ser el Inca Hualpa, y que organizó un ejército aborigen de seis mil guerreros con el que mantuvo por años a la región libre del dominio español.

 

¡Muchas historias hay en cada río, espejos de nuestras identidades, ecos de todos los que nos hicieron!

 

 

* Docente y escritora

 

 

Río Atuel, el río robado

 

por Pedro Patzer

 

 

Una leyenda reza que en las riberas del Atuel el pueblo ranquel resucitaba a sus difuntos, algo parecido hizo el pueblo de La Pampa cuando dieron por muerto a su río: “La Pampa tenía un Río/ yo no sé si lo tendrá,/ lo habrá tapado la arena/ Santa Isabel más allá” Corralera del Atuel, letra y música: Julio Domínguez, el Bardino.

 

Como existen ladrones de ríos, también están quienes los ayudan a recuperar sus voces, no sólo les devuelven el habla ya que además los hacen cantar, y bien sabemos que en el momento en que los ríos cantan, la historia de los callados se pone de pie. Es entonces cuando los diques no consiguen detener su caudal espiritual y los ríos se vuelven pájaros, guitarras, auténticos espejos.

 

Hay un río que algunos creían perdido, sin embargo es el río que ha encontrado a un pueblo, que le ha brindado una identidad. Desde que le robaron el Atuel a los pampeanos, estos hijos e hijas del caldén se volvieron ricos de su propia cultura y no hicieron otra cosa que construir la presencia de su río, la edificaron a través de canciones y poemas, esta ausencia siempre estuvo demasiado presente para dejarla sólo en manos de abogados o litigantes profesionales. Las y los habitantes de La Pampa comprendieron que la falta del Atuel había parido otros ríos: ríos culturales, ríos históricos, ríos políticos. Esta es la historia del río Atuel, esta es la historia de un pueblo que ha encontrado una forma de conquistar la esperanza, a través de la otra sed El Atuel nace en las madres cumbres, a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar, hijo de las aguas de las nieves cordilleranas discurre principalmente por el sur de la provincia de Mendoza y llega en menos medida hasta el oeste de la provincia de La Pampa. En 1918 se realizaron en Mendoza obras de manera clandestina que obstruyeron de forma significativa el transcurrir del Atuel, aunque el tiro de gracia fue en 1948, cuando comenzaron a construirse las represas de Los Nihuiles, lo que transformó al río en una famélica línea de agua que hizo del oeste de la provincia de La Pampa, un desierto que produjo el éxodo en pueblos como Algarrobo del Águila, Santa Isabel, comarcas como Paso de los Algarrobos que vieron al río Atuel convertirse en fantasma, en semilla de desierto, en la antigua lágrima de lo ausente, en la hierba de lo que fue, en la gran fuente de la sed.

 

Los cartógrafos indican que El Atuel tiene una longitud aproximada de más de 600 kilómetros, aunque nadie puede medir la distancia de los pobladores que lo han perdido y lo han soñado, que lo han llevado de éxodo en éxodo, a ciudades ajenas, que lo han intentado hallar en los espejismos cotidianos. La provincia de La Pampa presentó dos demandas ante la Corte Suprema de la Nación en 1978 y en 2017. En ambos casos los fallos le fueron favorables a La Pampa. Como parte de la última sentencia, las provincias deben acordar obras para permitir el escurrimiento del río.

 

“Dónde están las golondrinas?/que festejaron mi infancia,/y dejaron su fragancia/como flor de cina-cina”, cantaba el Bardino. Hay tantas maneras de definir al desierto, aunque es preferible aquella que indica que un desierto es el lugar donde ya no cantan los pájaros, sin embargo los pampeanos consiguieron vencer al desierto, lograron instalar un trino propio hecho de muchas voces, un cantar de los cantares de llanura, llamado “Cancionero de los Ríos” que pareciera corresponder a aquel verso de la Odisea: “Los dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte que cantar”; El Cancionero de los Ríos denuncia la falta de agua del Atuel - Salado - Chadileuvú, este movimiento artístico que tiene como protagonistas a las y los trovadores y poetas de La Pampa ha conseguido volverse una guía de resistencia cultural, ecológica y política para los pueblos que aprendieron que la lucha siempre comienza en el canto. La Zamba del Río Robado, con letra del poeta salteño Manuel J. Castilla y música de los pampeanos Fernández Mendia y Guillermo Mareque, fue el puntapié inicial: “Cuando cortan el Atuel/ queda sin agua el Salado;/ llenos de arena los ojos/va lagrimeando el pampeano.” Luego las alas de la poesía de Edgar Morisoli, Bustriazo Ortiz, Juan Ricardo Nervi, y las milongas, estilos, canciones y huellas de Julio Dominguez, el Bardino, Lalo Molina, Delfor Sombra, Roberto José Yacomuzzi, Cacho Arenas, Oscar García, Carlos Lozs, Walter Casenave, entre tantos otros.

 

“La cultura pampeana, es una cultura de la adversidad, es decir una cultura forjada contra la adversidad, frente a la adversidad, una cultura del tesón… desde la que se desata en la década del ‘40 con la desaparición de los ríos, del Atuel y del Salado, hasta la condición totalmente precaria de la tenencia de la tierra de la mayoría de los pobladores… pero en ambos lados fue una población tesonera, forjada así para superar la adversidad, creo que eso ha marcado muchos rasgos del carácter…” (Edgar Morisoli).

 

Cada vez que alguien nos pregunte, ¿dónde nacen los ríos? Deberíamos responder, en el canto de sus orilleros, como nos enseñaron los pampeanos cuando hicieron de la ausencia del Atuel un río de canto, resistencia y esperanza sobre el imaginario poético y musical que gesta el contacto con el paisaje. Más específicamente con los ríos.